miércoles, 17 de marzo de 2010

El mensaje que trastorna al mundo




El mundo vive totalmente apartado de lo que es correcto hacer según nos enseña la Palabra de Dios, es más todavía hay mucha gente que no conoce el mensaje revelador de la Palabra. La Palabra es la perfecta guía moral apta para llevarnos a tener una vida de éxito y prosperidad.


El mandato de Dios para sus hijos es que sean santos como él lo es.
Levítico 20:7"Santificaos, pues, y sed santos, porque yo soy el SEÑOR vuestro Dios. 8"Guardad mis estatutos y cumplidlos. Yo soy el SEÑOR que os santifico.


El mundo en busca de la felicidad y satisfacción, ha ido excluyendo sanas costumbres que han sido sustituidas por actos verdaderamente vergonzosos, (Romanos 1:18-22). El ministro de la Palabra Franklin Graham ha examinado que los temas que la Biblia habla sobre el aborto y homosexualismo lo prohibirán las "culturas políticamente correctas" y agrega que los predicadores podrían ser encarcelados por cumplir las enseñanzas de la Biblia acerca de este tema, de hecho afirma que ya hay países que lo han hecho. El trastorno que trae la palabra al mundo es la señal que nos avisa de que el bienestar social, la prosperidad, y la costumbre moral, está desapareciendo de la humanidad. Como dice la palabra, un ciego no puede guiar en el camino a otro ciego.
Mateo 15:14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.


Por cuanto todos hemos pecado, estamos separados de la santidad de Dios, sólo al creer en Cristo como nuestro salvador personal, pasamos de las tinieblas a la luz admirable de la Palabra de Dios, y entonces al descubrir la verdad, podemos ser guiados y también ayudar a otros en el camino.
Isaías se veía muerto al contemplar la santidad  de Dios, porque la santidad de Dios revelo la inmundicia de sus labios, (Isaías 6:5), pero Dios purificó sus labios y el pudo predicar de la verdad a su generación, seamos como Isaías que no se avergonzó de predicar el mensaje de Dios a una generación que iba en declive porque perdieron su relación con Dios.

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