miércoles, 14 de abril de 2010

Una vida desesperante

(Efesios 1:7-8 LBLA) En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento



Un joven desesperado intentó quitarse la vida, pero fué impedido a tiempo. Luego de estar a salvo el dijo: «Mi vida no tiene sentido. No hay nadie que se preocupe por mí. Nadie tiene tiempo para mí, nadie me ama. Mi vida no vale nada, puedo acabar con ella».
 ¡Cuántos no nos hemos sentido así, en esos momentos desesperados!. Hoy quiero decirle querido lector, que si hay alguien que nos ama, que nos dedica tiempo  y que tienes mucha importancia para él. Dios te creó, y tienes mucho valor para él, tienes un valor incalculable más de lo que usted pueda sospechar.



El problema radica en que hemos pecado y estamos separado de Dios, lo cual nos ha llevado a tener una vida de carencias, sin propósito de vivir y desesperanzas. Por nosotros mismos no hemos sido capaces de hallar el camino a Dios. Nuestro pecado nos separa de él. Entre nosotros y Dios hay un gran abismo que nos separa. No te desesperes si en tus fuerzas no has logrado encontrar el camino, porque hay uno que vino a nosotros de parte de Dios para ayudarnos y conducirnos a Dios. Jesucristo, el hijo de Dios, habitó entre nosotros hecho hombre para ser nuestro Salvador. Él vivió para mostrarnos el amor de Dios y murió en la cruz para rescatarnos. ¡Tanto es el valor que tenemos para él!, que dió su vida por expiación por la nuestra. Ahora el desea que creamos en él para perdonarnos y darnos nueva vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentar · Me gusta